La luz está tenue, y el ambiente empieza a entibiarse un poco más. Ella está en una esquina del salón, lo ha mirado al llegar. Él observa su bello vestido rojo hasta la mitad de la pierna. Le hace un guiño, una señal con la cabeza y ambos se acercan seductoramente al centro de la pista. El Bandoneonista empieza a acariciar el fueye y los acordes de la música fluyen. Él y Ella se miran, se acarician con el rostro del otro y entonces sus brazos se elevan, se funde en un abrazo… Y empieza la magia: Así se baila el tango.
Así se baila el tango, nombre de una maravillosa canción del tanguero Alberto Castillo, que hoy he tomado para introducir esta nota que, pretende ser una oda al Tango, un tributo a ese ritmo maravilloso que más que un ritmo es una filosofía, una religión, un estilo de vida. No queda indiferente a su cadencia quien ha tenido el placer de danzar bajo sus acordes, y es que esta música extraordinaria, que nació por allá por finales del siglo XIX en el Río de la Plata, hoy seduce al mundo entero, conquistándolo con su voluptuosidad y sencillez.
El tango nació como un ritmo de arrabal, que se bailaba con mujeres consideradas de dudosa reputación, y hombres de inferior estrato social. Prohibido por padres y madres de buena familia a sus niños y niñas bien, actualmente es conocido como un baile chic y elegante, cortesía esta que le debemos a su paso por los salones Parisinos, lo que permitió que se empezara a ver como “un baile con estilo” y que fuera así aceptado y dignificado socialmente. Así pues, el tango se fue impregnando con los eventos históricos que se vivían en el Sur de América del Sur (Argentina y Uruguay), las crisis económicas y sociales. Fue mutando a medida que se enriquecía con ritmos extranjeros de los inmigrantes que poblaban esas tierras huyendo de las guerras y en busca de un futuro mejor, y, terminó siendo lo que vemos hoy, una amalgama de diferentes sentimientos y formas de ver la vida, un ritmo noble que aún nos permite versionarlo incluso con la música electrónica.
El tango además, tiene ese poderoso influjo de pasión y arrebato, que termina por arrastrarnos al amor. Se puede bailar tranquilito, abrazaditos, con largos pasos, mucha actitud y pocos adornos, o más bien con mucho colorido, vueltas, y quebradas, como en sus orígenes; pero en definitiva, se debe bailar en pareja, con honestidad y concentración. Por eso que no hay nada mejor que bailar un tanguito con la persona que uno ama. Se abraza mejor, se compenetra mejor. El amor endulza al tango… ¿O será que el tango endulza al amor?
Te invito entonces a que coquetees con el tango, y seguro terminarás fundiéndote en un largo beso con él, que concluirá en amor eterno. Deja que la cadencia tanguera invada tu cuerpo, y descubre así todo lo apasionado y sensible que hay en ti. Disfruta del tango… Y si tienes pareja, ¡háganlo juntos! Es ideal para redescubrir a la persona amada y darle un toque intenso y fuera de lo común a la relación. Si te animas, no te vas a arrepentir, el tango se deja querer, y muy fácilmente.
AM
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Así es Lieci! Muchas gracias por tu coment!
Woou¡¡, nunca consideré que el tango siendo en la actualidad un baile con tanto glamour y sofisticacion, proviniera de esas bases sociales; siendo un pecado practicarlo¡¡, claro era de entender que se trataba de otras epocas en las que la sociedad cometia los mismos perjurios de la actualidad pero los disfrazaban con rectitud jaja.
Coincido con la descripción de éste baile, lleno de pasión, coordinacion y elegancia, siendo tan invasivo que asusta; se debe tener cierto grado de confianza y camaraderia con la pareja porque de lo contrario nah nah jeje.
Gracias a ustedes, por mostrarme y enseñarme sobre tan bella danza ^^.